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HISTORIA DEL ARCHIVO

Del Siglo XV al XX

Siglos XV y XVI

historia

Los orígenes del Archivo Municipal de Málaga

El Archivo se inicia en un periodo crucial de la historia de nuestra ciudad y tiene principalmente dos importantes objetivos:

  • Custodiar todos aquellos documentos acreditativos de mercedes otorgadas por los monarcas, que constituían el corpus documental del nuevo ordenamiento político-administrativo.
  • Servir de salvaguarda de los derechos de los nuevos pobladores.

La conquista de la ciudad el 19 de agosto de 1487 trajo consigo importantes transformaciones, aprobándose distintas normas para su gobierno y administración, como las Ordenanzas para la gobernación y repartimiento de la ciudad de Málaga en 1489 y el Fuero Nuevo en 1495. Se concluyó así el período de provisionalidad jurídica de la nueva ciudad castellana.

El primer Cabildo se celebró el 26 de junio de 1489, en cuyo acto de constitución se creó el órgano rector del municipio malagueño que aún perdura después de cinco siglos. Entre los asuntos tratados en la primera sesión capitular se aprobó el Reglamento de Sesiones del Ayuntamiento, que reguló con carácter general todas las normas elementales para la deliberación de los asuntos tratados por el concejo y en el que se recoge la primera alusión a la formación del Archivo. En él se decía que el escribano mayor tuviese un armario para guardar las escrituras y fuese el responsable directo de los documentos.

Unos años más tarde, en 1491, se puso de manifiesto la importancia de conservar los documentos como garantía de derechos y la urgente necesidad de preservar su seguridad, acordándose que se comprara un arca con tres cerraduras. Así, de esta manera, se piensa en disponer de un arca donde depositar los documentos que se habían ido reuniendo, tanto los expedidos por la Corona como los producidos por la incipiente administración municipal, dando lugar al nacimiento del Archivo Municipal de Málaga y a las principales series que conforman nuestro valioso patrimonio documental.

En 1494 con motivo de la sustitución del escribano Juan Garrote se elaboró un Libro Registro de todos los documentos y escrituras que él mismo tenía en su poder, considerándose así este Registro como el primer inventario de documentos del Archivo.

El primer lugar donde se instaló el Ayuntamiento y su arca-archivo fue en una pequeña mezquita que había en el Postigo de los Abades, detrás de la Catedral, hasta que en 1528 se acuerda la construcción de una nueva Casa Consistorial en la Plaza de las Cuatro Calles (actual Plaza de la Constitución) y en la que permanecerá salvo cortos espacios de tiempo hasta el siglo XIX.

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Siglos XVII y XVIII

A lo largo del siglo XVII el edificio que albergaba el Consistorio sufrió múltiples reformas y ampliaciones, ya que no tenía suficiente capacidad para cubrir las necesidades municipales, llegándose a la demolición total del edificio en 1634, construyéndose otro en el mismo lugar donde habría una dependencia destinada al Archivo, convirtiéndose la Plaza en el centro político y administrativo de la ciudad.

Durante el siglo XVIII el Archivo tomó una especial relevancia y fue objeto de distintas ordenaciones. En 1788, siguiendo las instrucciones dadas por el Cabildo, los diputados archivistas Joaquín Pizarro e Ildefonso Cruzado, regidores de la ciudad, decidieron buscar sujeto inteligente en letra antigua que procediera a la ordenación del Archivo, adoptándose unos meses después el siguiente acuerdo:

...el paleógrafo, único al parecer en la ciudad, es hombre ya de edad avanzada y se llama Pedro Fernández de la Rosa y el modesto escribiente Antonio Romero. Al primero se le asignan once reales diarios y al segundo cuatro y ambos comienzan su trabajo en 12 de marzo de 1788 bajo la dirección del ya nombrado don Joaquín.

Este trabajo de lectura, ordenación y encuadernación de los documentos dio origen a una de las series más relevantes del Archivo Municipal: la Colección de Originales.

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Siglo XIX

En el siglo XIX las Actas Capitulares son testigos de la preocupación que existía en el Consistorio por el desorden y los inconvenientes que se generaban a la hora de localizar los documentos. Prueba de ello fue el informe presentado por los regidores ante el Cabildo sobre la necesidad de arreglar los papeles, acordándose que se dispusiera todo lo necesario para su organización. Se encargó el trabajo al copista municipal Francisco González Villalobos, quien basándose a su vez en los trabajos previos de ordenación realizados por Pedro Fernández de la Rosa en el siglo XVIII, elaboró entre los años 1828 y 1830 los dos volúmenes del Índice General de las Reales Órdenes. Este trabajo constituye el primer catálogo del Archivo Municipal con documentos emanados de la corona desde 1489 a 1779.

En 1849 el Ayuntamiento se trasladó provisionalmente al edificio San Telmo, donde permaneció durante unos años hasta que en 1860 pasó a calle San Agustín. El Archivo tuvo un gran aumento cuantitativo debido a la creciente burocracia de los procesos administrativos, motivando que los documentos tuvieran que ser trasladados al convento que se encontraba en aquellos momentos ocupado por el ejército, y al ser devuelto el edificio al Obispado, hubo que retirar toda la documentación de las dependencias y buscar un nuevo edificio donde ubicar el Ayuntamiento y su Archivo.

El archivero paleógrafo José Ponce en 1863, presentó ante el Cabildo un escrito solicitando que se habilitase un local que pudiese contener además del Archivo un despacho donde ejercer su oficio, e igualmente reclamaba la dotación de dos auxiliares a los que enseñaría paleografía para que uno de ellos le ayudase y sustituyese en el futuro. El Ayuntamiento sólo aceptó crear una plaza de escribiente. Un año después, la Casa Capitular fue trasladada a la calle Cister (Palacio de Zea Salvatierra), donde permanecería hasta 1868.

La Revolución de 1868 concedió al Concejo el convento de San Agustín de forma gratuita, pero en abril de 1869, una resolución estatal estableció que el edificio era propiedad de la iglesia, por lo que el Estado no tenía facultad para disponer de él. Sin embargo y pese a esta disposición, el Ayuntamiento permaneció allí durante cincuenta años, salvo unos meses del año 1898 en los que se trasladó a la calle Torrijos.

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Siglo XX

La necesidad de construir un nuevo edificio para albergar el Ayuntamiento y los fondos de su Archivo fue constante hasta que el 31 de diciembre de 1911 se colocó la primera piedra de la nueva Casa Consistorial, situada en el Parque. Sus autores fueron los arquitectos Fernando Guerrero Strachan y Manuel Rivera Vera y las obras duraron ocho años. Aunque el Archivo disponía de su ubicación en el nuevo edificio, con el aumento progresivo de la población y, en consecuencia, de la gestión administrativa, se tuvo que recurrir a depositar documentación en varios almacenes municipales.

Cabe destacar la labor de Francisco Bejarano Robles, archivero-bibliotecario municipal desde 1924 hasta 1972. Desde su nombramiento, Francisco Bejarano solicitó en numerosas ocasiones al Ayuntamiento que buscara un edificio adecuado para el Archivo donde se pudiera reunir toda la documentación dispersa, pero esta petición no verá la luz hasta 1989, fecha en la que se traslada a su nueva sede en la Alameda Principal.